¿Cuáles son los alimentos más cancerigenos?
El cuerpo humano está compuesto por precisamente 30.000 billones de células con perfección preparadas para efectuar funcionalidades concretas. Estas células tienen que reproducirse (ciertas mucho más veloz que otras), medrar, lograr la madurez (asimismo llamada distinción) y al final fallecer para ser sustituidas por novedosas células. Este desarrollo supuestamente caótico está gobernado por mecanismos reguladores finísimos. Por una parte, están los procesos que impulsan la distinción, al paso que por otro, y en contrapartida, están los mecanismos que la inhiben.
En el momento en que este equilibrio se rompe de alguna forma, una célula habitual empieza a reproducirse mucho más veloz de lo que debería. En un instante fatídico, en la mitad de estas múltiples visualizaciones, se crea un fallo en el ADN celular que desgraciadamente no puede ser reparado por ninguno de los distintos mecanismos permanentes que tiene el organismo para llevarlo a cabo, y se crea una exclusiva y extraña célula mutante. . . No obstante, este desarrollo se realiza a lo largo de varios años y también supone que la célula habitual esté expuesta de forma permanente a un carcinógeno. Desde entonces, esta célula mutante y «desobediente» a todos y cada uno de los controles naturales del organismo empieza un vertiginoso y exponencial desarrollo de reproducción de células poco a poco más mutantes y desobedientes hasta el momento en que, en algún momento, terminan afectando las condiciones de vida de sus pobladores normales, vecinos obedientes y disciplinados.
Carnes rojas y alimentos envasados
Según la Organización Mundial de la Salud, la gente que consumen mucha carne roja y alimentos envasados tienen mucho más posibilidades de desarrollar cáncer. Y sucede que los estudios epidemiológicos completados por la OMS han tolerado vincular un consumo elevado de carnes rojas y embutidos a patologías crónico degenerantes. En verdad, el Centro de Investigación del Cáncer (de exactamente la misma OMS) ha clasificado a la carne roja como carcinógeno y aspecto de peligro para sufrir cáncer colorrectal. Más allá de que se pensaba que asimismo podría ser un aspecto de peligro para el cáncer de estómago, esta prueba aún no fué concluyente.
En lo que se refiere a los conservantes, es esencial apuntar que, según el INEN, todos los años se suprime un nuevo aditivo por considerarlo cancerígeno. Hoy en día hay inquietudes sobre 2 conservantes, usados en distintas alimentos, ellos son: BHT y BHA socios a modificaciones celulares.
Patatas fritas
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De la misma las donas, las patatas fritas asimismo se desarrollan con aceites hidrogenados y después se cocinan a elevada temperatura. Poseen acrilamidas, generadas a lo largo de los procesos de cocción de alimentos a elevada temperatura.
Azúcar y harinas refinadas
En el momento en que consumimos azúcar y harinas refinadas, se genera un incremento repentino del azúcar en sangre (o glucosa en sangre). Este pico de azúcar en la sangre impulsa la secreción inmediata y destacable de insulina. Ahora hemos explicado en el artículo sobre el índice glucémico que estos picos de insulina benefician el avance de inflamación y múltiples patologías, desde el resfriado común hasta algo tan grave como el cáncer.
Pero hay mucho más: aparte de la insulina, se libera una substancia llamada IGF (aspecto de desarrollo afín a la insulina), que impulsa el desarrollo celular. En otras expresiones, el azúcar y la harina refinada alimentan los tejidos y los hacen medrar mucho más veloz. Y, en el tejido tumoral, eso quiere decir que el azúcar y las harinas refinadas impulsan de manera directa el desarrollo de las células cancerosas y mejoran su aptitud para irrumpir el tejido próximo. Este efecto del azúcar en los tumores es tan importante que su hallazgo le valió al biólogo alemán O.H. Warburg el Premio Nobel de Medicina.
Peculiaridades de los OMG
El ADN de los alimentos editados genéticamente se altera para progresar sus peculiaridades.
La primera característica se consigue merced a una proteína de origen bacteriano. La que se usaba en la agricultura ecológica, ahora en la década de 1930. La segunda característica se consigue introduciendo un gen bacteriano en el cultivo. Esto genera una proteína que otorga resistencia al herbicida glifosato.